El poder es un sentimiento. Lo
que nos presenta aquí Castaneda, es una forma novedosa de concebir a los poetas
y a la poesía. ¿Qué es eterno sino la eternidad misma?, y Gorostiza, un guerrero
que plantea ese deseo vehemente, esa sed de lo perenne, pese a que nuestra
carne sea finita y se gaste como hoguera encendida, este y no otro, es el
constante anhelo, el misterioso viaje hacia la luz.
Es
el momento en el que la percepción del hombre alcanza sus límites. Los brujos
practican el arte de enviar precursores, exploradores de vanguardia, a que
sondeen nuestros límites perceptuales; ésta es otra de la razón por la que me
gustan los poemas. Los considero exploradores. Pero como ya te dije, los poetas
no saben con tanta exactitud como los brujos lo que estos exploradores de
vanguardia pueden lograr.[1]
Lo máximo contiene a lo mínimo,
acaso ¿lo finito no pertenece a lo infinito? Es hegeliano, dialéctico, sondear
la inmensidad para alcanzar el entendimiento, como diría don Juan, el
pensamiento da un salto mortal a lo indecible, es decir, se sacude a la razón y
se expande la belleza. La poesía se convierte entonces, en la nave que nos conduce hacia lo inefable.
Pues, como se expresa en el Don del Águila: “Una de
las tareas del guerrero es perder la forma humana, y uno de los mecanismos para perder la forma humana es,
abandonar el lastre de la razón y el de la importancia personal”.[2] Uno de los puntos medulares del sistema de enseñanzas de don Juan es,
romper el espejo de la imagen de sí, ya que, según se dice, el hombre
contemporáneo gasta demasiada energía en conservar dicha imagen. “Si se
restringe la importancia personal, la energía que naturalmente se requiere y emplea, queda libre. Y finalmente,
esa energía que queda libre y no es malgastada, es la que llama al intento y
sirve como un trampolín automático que, lanza al punto de encaje,
instantáneamente y sin premeditación, a un viaje inconcebible”.[3]
Momentos adelante, para aclarar
el término “el puro entendimiento” don Juan toma como ejemplo una de las
historias de las fechas memorables, pues, los indios yaquis poseen una
colección oral de eventos históricos que llaman fechas memorables. Al respecto,
toman la historia de Calixto Muni, un indio yaqui que sale de su tierra con el
fin de aprender estrategias de guerra para combatir contra la ocupación
española. De regreso a Sonora, Calixto
Muni, se levanta en armas y declara la guerra de independencia contra los
españoles, tan sólo para ser capturado y ejecutado; sin embargo, don Juan le
dice a Castaneda que, cuando un brujo narra la historia y cambia el final:
lo
hace bajo los auspicios del espíritu. Como puede y sabe manejar su conexión con
el intento, puede manejar también el puro entendimiento y cambiar las cosas…
Debido a que su puro entendimiento es un explorador de vanguardia que sondea
aquella inmensidad, el brujo narrador sabe que sin lugar a dudas que, en algún
lugar, de alguna majera, ahí en ese infinito, en este mismo momento, ha
descendido el espíritu. El pensamiento ha dado un salto mortal a lo
inconcebible y Calixto Muni es el victorioso y ha liberado a su pueblo. Su
lucha ha trascendido lo personal. Y remató: ¡Quien eres tú y tú pinche
racionalidad para poner cadenas al pensamiento![4]
“Las obras de arte, lo mismo que los datos religiosos, tienen una forma de ser que les es propia; existen en
su propio plano de referencia, en su universo particular. El hecho de que este
universo no sea el universo físico de la experiencia inmediata no implica su no
realidad”.[5] Sapere
aude. Atrevámonos a
conocer y reflexionemos los principios kantianos según las enseñanzas de don
Juan. ¿Qué puedo conocer? El misterio, el
asombro, lo indecible que ésta ya, en el conocimiento silencioso de cada
hombre, vinculado íntimamente -de forma ancestral- con lo abstracto, con lo
absoluto.
De esta forma: ¿Qué debo hacer? Edificar la impecabilidad a través de has
disposiciones básicas del acecho: no tener
compasión, ser astuto, tener paciencia, y ser simpático. Además de las cuatro
disposiciones, el acecho tiene 7 principios, los cuales son: 1)
los guerreros eligen su campo de batalla, 2) eliminan todo lo innecesario, 3)
están dispuestos para entrar en su última batalla, al momento y en cualquier
lugar. 4) descansan, se olvidan de sí mismos, no tienen miedo de nada, sólo
entonces los poderes que los guían les abren el camino y los auxilian, 5)
cuando se enfrentan a una fuerza superior con la que no pueden lidiar, los
guerreros se retiran por un momento. 6) Dejan que sus pensamientos corran
libremente y se ocupan de otra cosa. 7) los guerreros comprimen el tiempo, todo
cuenta, aunque sea un segundo. Todo lo anterior, se resume a una sola palabra:
impecabilidad.
La
impecabilidad, como ya te lo he dicho antes, no es moralidad… la impecabilidad
es, simplemente, el mejor uso de nuestro nivel de energía. Naturalmente
requiere frugalidad, previsión, simplicidad, inocencia y, por sobre todas las
cosas, requiere la ausencia de la imagen de sí. Todo esto parece el manual de
una vida monástica, pero no es así. [6]
Recordemos que para la ética kantiana, sólo
es buena una voluntad que actúa por respeto al deber, eso, es impecabilidad.
Ahora bien, con base a lo anterior; ¿Qué me es permitido esperar? Para don Juan, lo primordial es, no
esperar nada. Pues, se dice, un invencible pesimismo domina al guerrero en
cierto punto de su camino. Además, se insiste en que “todos
deben resignarse a vivir impecablemente, sin esperanzas de encontrar la
libertad”. Para el nagual, ésta, es la verdadera clave.
Como se ve, lo que se pretende es
la virtud, consolidar aquellos hábitos que nos dan la fuerza, pues, el obtener
fuerza como el rebuscar energía, son parte tácita del camino del guerrero en
busca de ser, un hombre de conocimiento. En este sentido, la literatura, nos
abre una puerta al mundo de las ideas. La saga, Las enseñanzas de don Juan, nos
deja ver como la cosmovisión de los indios de nuestro país, es una visión tan
sofisticada y profunda como la de los
pensadores más connotados. Es por ello que, no podemos menoscabar la
homologación entre literatura y filosofía con el acto de la brujería misma,
entendida, por lo menos, como se postula, en Las enseñanzas de don Juan.
[1] Ibídem, P. 167. Ed.
Booket
[2] Carlos Castaneda. El don del
Águila, P. 120. Ed. Booket
[5] Mircea Eliade, La búsqueda,
p.19, Ed. Kairós
[6] Carlos Castaneda. ElXnconocimiento silencioso, p. 340. Ed. Booket
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