Para conocer hay que viajar. Viajar es dejar de trasladarse de un lado a otro y ser turista. Viajar es detenerse -ir hacia sí mismo- y ver en cada cosa, ¡centelleando!, el universo propio de la particularidad misma, entremezclada con el cosmos, esa dádiva divina del ser, del estar, viajando.
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